domingo, 15 de abril de 2018

Anhelo

Te esperé desde siempre y desde siempre te anhelé, vivo pensando en lo difícil que es poder definir lo que siento por ti porque ni yo mismo se lo puedo explicar a mi razon.
¡Ven a mi! quiero que recuestes tu cabello enredado sobre mi hundido y deprimente hombro, para que sepas por cuánto ha tenido que soportar mi cuerpo por culpa del amor. Quiero que estés a mi lado para escuchar tu voz que amarga mis momentos de lucidez nocturna.
Me siento invencible si tengo tu presencia; el único inconveniente es que no estas aqui, nunca lo has estado y nunca lo estarás. Aún tatuando tu nombre en mi cuerpo, nunca lograrás penetrar mi alma, cuanto te anhelo... felicidad.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Ella y nadie más.

Ella es tan pura como el mismo aire, perdí todo por ella; perdí mi alma, mi dignidad, mi coraje, y estoy seguro que hasta perdí mi religión. Aún así, ella era la culpable de todo lo que ocurre en mi vida. Pude perder muchas cosas, pero sin duda, con ella gané lo que a mi concepto es más importante... ¡la felicidad!

Y es que con ella me siento tan vivo que ¡hasta me da miedo! si, me da miedo de que ta solo sea una fantasía o un absurdo sueño que ocurre repentinamente, ¡pero no! lo que estoy viviendo y sintiendo es una mágica realidad, tan mágica como cualquier libro de Harry Potter y que no quiero que termine pronto, porque mi amor por ella es tan grande que no cabe en una sola palabra, ni en un libro, ni siquiera en la mismísima tierra se había evidenciado tanto amor por una sola persona, una sola persona que enamora con una mirada, con una palabra o con una sonrisa.

Dedicarle este texto corto no demuestra nada, pero la idea es que supiera de mi afecto y cariño por ella, ya que son tantas las correcciones que he hecho en mi vida, que quiero que ella lo ordene todo, de principio a fin... ¡la quiero es a ella y a nadie más!

martes, 14 de junio de 2016

Loco enamorado.

Me enamoré de su presencia, y sí, lo digo con certeza de que me enamoré. ¿Pero cómo no enamorarme de esa mujer que irradia tanta belleza? Y es que me fascinan sus labios que me besan locamente. Me encantan sus ojos que siempre están grandes y brillantes. Amo ver su cabello nunca bien peinado y sus mejillas mojadas por mis besos.

Lo siento, ¡me enamoré! Me enamoró su dulzura y su acompañamiento. me enamoró su cuerpo que se convirtió en mi droga más sana. Al escuchar su nombre me pongo muy nervioso y me dan ganas de salir corriendo a buscarla. Estuve buscando por mucho tiempo la razón de porqué tenía millones de sentimientos hacia ella y la razón era fácil; pues me enamoré.

La amo, amo sus palabras y sus gestos. Me encanta lo que piensa y lo que hace. Me gusta verla cuando se queda mirando hacia la nada, porque la silueta que forma desde sus cejas rodando por su nariz, escalando sus labios y caminando en su mentón, es la silueta que quiero ver cada mañana al tomar un café, cada tarde al llegar del trabajo y cada noche después de hacerle el amor.

Me encanta y lo mejor de todo es que ella lo sabe. Y sé que ella siente lo mismo por mí.

Labios rojos.

Siempre me cautivó la manera de llamar la atención de algunas personas (tatuajes, cabello teñido, aretes grandes, expansiones, y demás cosas que se están usando actualmente en la juventud) pero sobre todo me encantaba ver a una mujer de cabello corto y labios retenidos groseramente de rojo; pero no cualquier rojo, uno de esos rojos que uno no sabe definir claramente, un rojo llamativo, provocador, un rojo exageradamente excitante.
Poco a poco fui buscando a la mujer que tuviera esas precisas características, pero fácilmente me desesperada al no encontrarla, y era tanta dicha desesperación que no me importaba vagar cientos de sitios en mis tiempos libres sólo para observar cada detalle de una mujer; si era castaña o rubia, si era gorda o flaca, si era alta o pequeña… pero principalmente miraba sus labios pero nunca daba con la que quería, delgados y rojizos.
Llegué al punto de pensar en que tal vez, en éste mundo no existía tal cualidad, tal virtud tan importante para mi; llegué a pensar que esto sólo era un don divino, el cual únicamente lo poseían las más grandes criaturas del paraíso, pero no era así...
Esperé bajo la lluvia un día de diciembre a que tuviera una señal de aquel don, de aquellos labios rojos, y no me importó dejar toda mi vida en un lazo, que amarraba con tranquilidad en un árbol sin hojas, que no representaba ningún problema para los ciudadanos que habitaban cerca de él. Así que lentamente, después de varios días de espera sin comer, sin dormir y casi congelado (por casi cuatro días sin parar de llover) decidí terminar mi cometido, y até fuertemente a mi cuello aquel lazo que colgaba del árbol, y me dejé caer hacía una realidad diferente mientras que la gente me observaba. 
Sentía como mi alma salía de mi cuerpo, y sentía también como había tantas personas mirando ese cuerpo sin vida, acabado por una adicción persistente... pero noté sólo una de esas personas era una mujer, que reía porque sabía que tardé toda una vida buscándola, y que fue ella misma la que me quitó la vida.